Paseando por los itinerarios que trazó James Joyce cuando escribió Ulysses, se descubre el auténtico rostro de la capital más indómita de Europa.
Para tener una experiencia de este tipo lo único que se necesita es un par de zapatos resistentes: la capital irlandesa parece hecha a propósito para los peatones porque está llena de cosas que llaman la atención y de sorpresas que solo yendo a pie se pueden descubrir.
La exploración de la ciudad puede iniciarse siguiendo el Tourist Trail, el itinerario propuesto por la pequeña guía del Irish Tourist Board (Ministerio de Turismo de Irlanda), que, saliendo de la Oficina de Información Turística de O'Connell Street, avanza en zigzag por el centro de la ciudad.
En este lugar se encontraba la Nelson Pillar, una columna ochocentista de 50 metros de altura dedicada al gran héroe naval inglés. Unos «desconocidos» la hicieron volar en 1966, tal vez para conmemorar los cincuenta años de la Revuelta.
Durante la Edad Media, los monasterios contribuyeron a mantener vivo el cristianismo y a formar artistas religiosos capaces de traducir la propia devoción en cruces y relicarios, muchos de los cuales se conservan en el National Museum, otra de las etapas de nuestro paseo por el corazón de la ciudad.
Todas las casas de Dublín pertenecientes al periodo georgiano son justamente famosas, buscando aquellas puertas que tienen una placa de color azul, con la que se indican los lugares en los que vivieron los dublineses célebres. Se encontraron varias de esas puertas en Merrion Square, un delicioso oasis urbano del siglo XVIII cuya plaza es un gran rectángulo rodeado de edificios de la época georgiana con fachadas de ladrillo y puertas decoradas con adornos de cobre.
Dublín es una ciudad moderna y como tal ha de enfrentarse a problemas modernos como el paro, la droga o la delincuencia. Una de las mejores atracciones que ofrece la ciudad para después de la cena es el Abbey, un local que ha contribuido a la historia del teatro con los muchos dramas representados en su escenario y vividos en su platea.
En cuanto a la ciudad, muchos de sus elegantes edificios georgianos han sido demolidos para dejar sitio a los grandes bloques de apartamentos, mucho más rentables. Pero otros han sobrevivido y, gracias a ellos, esta atractiva metrópolis, llena de iglesias y de monumentos, de anchos parques y estrechas callejuelas, conserva un gran encanto.