Hubo un hombre muy rico pero también muy avaro, cansado de que la gente se acercara a pedirle dinero y favores, se decidió vender todo lo que tenía y convertirlo en oro. Puso todo el oro en un cofre, y fue a buscar un lugar que él consideraba secreto al lado del tronco de un gran árbol y lo enterró.
Todos los días el hombre avaro iba a visitar su tesoro. Se sentaba cómodamente a la sombra del árbol y se sentía feliz pensando en todas las monedas de oro y las joyas que tenía enterradas y bien guardadas.
Pero, cierto día, lo fue siguiendo un hombre y escuchó cómo el avaro, hablando solo, alababa el tesoro que tenía escondido y daba palmaditas en la tierra de pura felicidad como señalando el lugar en donde estaba enterrada su fortuna.
Cuando el avaro se fue, el hombre desenterró el tesoro y se lo llevó. Al día siguiente, el avaro no encontró nada de tesoro, solo un hoyo bajo el árbol. Estaba abatido, lloraba y se jalaba los cabellos, gritaba y se daba golpes, no sabía qué hacer.
En aquel momento, un amigo que lo vio en ese estado tan desesperado, le dijo: Búscate una piedra y la entierras allí mismo. Imagínate que es tu tesoro lleno de oro y joyas y la vienes a visitar todos los días. Te será igual como el oro que tenías guardado y no usabas nunca.
Moraleja:
Fábula del hombre avaro que perdió su tesoro
"¿De qué te sirve tener alguna cosa si no se disfruta en ningún momento?"
Escribe tus comentarios en
Fábula del hombre avaro que perdió su tesoro