Un ratoncillo, de los más diminutos, viendo a un elefante, de los más corpulentos, se burlaba de la pausada marcha del gigantesco animal, que llevaba completa la carga.
A cuestas conducía a una famosa sultana, que iba de peregrinación con su perro faldero, su gato, su mona, su cotorra, su aya y toda su casa.
El ratoncillo se asombraba de que los transeúntes se quedaran con la boca abierta mirando aquel enorme volumen.
Pero el ratón pensaba:
Como si el ocupar más o menos sitio, pensaba, nos hiciera más o menos importantes.
Y dijo nuevamente el ratón:
¡0h¡
¿Qué admiran tanto? ¿Ese corpachón que amedrenta a los chiquillos? Tan menudos como somos, no nos tenemos los ratones en menos que los elefantes...
Estaba diciendo aquello cuando el gato de la sultana, cayendo sobre él, le hizo ver en un abrir y cerrar de ojos que un ratón no es un elefante.
Fábula del ratón y el elefante
"La envidia nos hace malas jugadas"
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Fábula del ratón y el elefante