Cierto hombre caminaba con su burro cargado de sal e iba rumbo al mercado. Y caminando, llegó a una parte del camino en el cual era necesario pasar por un río. El comerciante se introdujo al agua con su burro, pero no se imagino que había mucha corriente y al animal cada vez le costaba avanzar con sus costales de sal que llevaba.
El burro se puso muy contento al sentirse tan ligero de su carga y no daba oídos a la lamentación del hombre que se encontraba quejándose por haber perdido cerca de la mitad de la carga de sal que se había diluido en las aguas del rio.
Pero de repente y ya muy cerca venía en sentido contrario otro hombre con su burro repleto de esponjas.
Tenga cuidado al cruzar este río, advirtió el comerciante de sal al otro hombre. Pero en cambio el burro le dijo al otro burro: No te preocupes cruzar por lo más hondo, porque en el momento que el agua alcance a los sacos, el peso desaparece de forma casi mágica.
Entonces el burro le pareció muy bueno el consejo y en cuanto llegaron al río, sin importarle lo que le decía su amo, se arrojó a atravesar por cualquier parte. Pero... como no existe magia alguna, al instante que las aguas tocaron las esponjas, éstas inmediatamente se llenaron de agua, se hicieron demasiado pesadas y difíciles de cargar y al burro lo arrastró la corriente sin freno alguno al desastre.
Moraleja:
El mercader de sal y el asno que cargaba la sal de Esopo
"En los consejos de un burro no te debes fiar"
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El mercader de sal y el asno que cargaba la sal de Esopo