Fábula de La muerte y el moribundo

Un moribundo, que contaba más de cien años de vida, se quejaba a la muerte de que lo obligara a partir tan de improviso, sin dejarle hacer testamento, sin avisarle de antemano.

El anciano exclamaba:

¿Es justo hacernos morir de prisa y corriendo? Aguarda un poco, mi mujer no quiere que me vaya sin ella; me falta colocar a un nieto; tengo que añadir un ala a mi casa. ¡Cuán apremiante te muestras!

Entonces le contestó la muerte:

Anciano, no te he sorprendido. Sin razón te quejas de mi impaciencia ¿No has cumplido ya cien años? ¿A que no encuentras en todo Paris dos más viejos que tú? ¿A que no encuentras diez en toda Francia?

Dices que debía darte algún aviso para prepararte a este trance, para que tuvieras el testamento hecho, el nieto colocado y la casa concluida.

¿No debiste darte por avisado al ver que ibas perdiendo fuerzas y sentidos? Faltó el paladar, faltó el oído; en ti todo parece que se haya apagado, hasta te son inútiles los beneficios que derrama el astro del día.

Te duele dejar bienes que ya no disfrutas. Muertos están, moribundos o enfermos todos tus camaradas. ¿No son estas circunstancias, avisos para ti? Vamos pues, buen viejo, no te hagas el remolón. ¿Qué importa que dejes o no hecho el testamento?

Tenía razón la muerte: a esa edad deberíamos salir del mundo como de un banquete, dando gracias al anfitrión y haciendo de buena gana la maleta. Después de todo, ¿Qué podemos hacer ya en la vida?

"Pero sucede que los que están casi muertos, son los que más temen a la muerte"

Escribe tus comentarios en

Fábula de La muerte y el moribundo

Tu nombre:
Tu mail(no se publicará):
Tu web o blog (opcional):
Tu comentario: