Las serpientes usan veneno porque es su medio de defensa y, de hecho, este es su única arma defensiva. Muchos animales paralizan a su presa con el veneno, para devorarla con toda tranquilidad (por ejemplo ciertas arañas).
• Las serpientes llevan el veneno en bolsitas colocadas entre la boca y los ojos. Para inocularlo (picar), se valen de un par de colmillos huecos, movibles, encorvados y puntiagudos que, en condiciones de reposo, están doblados contra la bóveda del paladar, con la punta hacia dentro. Pero en cuanto la serpiente se dispone a morder y abre la boca, los colmillos agudos y cortantes se levantan, se tienden hacia adelante y, al penetrar en la carne, la misma presión de las mandíbulas oprime la bolsita del veneno que lanza una buena dosis de líquido mortal en la sangre de la víctima, por un conducto que va por los colmillos.
• Todos los reptiles tienen en la constitución de su piel, una característica que los distingue de las demás especies de animales. Esa característica consiste en una capa córnea, es decir, dura y semejante al cuerno, formada por placas y escamas. En las serpientes la piel se desprende de todo el cuerpo y se renueva periódicamente. El cambio de la piel se produce varias veces al año y se llama “muda”.
• También es característica de las serpientes la forma de su esqueleto. Su columna vertebral es larguísima y las vértebras que la forman llegan a veces al extraordinario número de cuatrocientas. Sus costillas están sueltas y, como pueden moverse, las utilizan para deslizarse en el suelo.
• Las serpientes, apoyándose en las costillas y las escamas anchas que tienen en el vientre, se arrastran por el suelo a una velocidad considerable, sin movimientos aparentes de contracción, como si avanzaran impulsadas por un mecanismo interior e invisible.
• Los ojos no tienen párpados movibles sino que están cubiertos por una membrana transparente que les deja esa mirada fija y vidriosa, característica en ellas.
• Gracias a la posición de los huesos de la cabeza pueden abrir mucho la boca. Sus maxilares sueltos les permiten engullir presas mucho más grandes que la abertura normal de su boca.