Había una vez un niño que su palabra más preferida era “No y no”, a cualquier cosa o lo que sea siempre decía eso. Cierta ocasión su abuela lo estaba cuidando, cuando llegó la hora de acostarse, su abuela le dice lo siguiente:
¡Es la hora de acostarse! ¡Hay que recoger los juguetes y tomarse el vaso de leche!
¡No y no!
Insistiendo la abuela, le dice:
¡Te contaré un cuento!
Pero el niño le contesta nuevamente con lo mismo pero esta vez más fuerte:
¡No y no!
La abuela aún insistiendo le dijo:
¡Te cantaré una canción!
Y una vez más con sus palabras preferidas el niño le contesta:
¡Qué no y que no!
La abuela ya enfadada
Pues... ¿Sabes una cosa? ¡Me voy a la cama!
Y apagando la luz, recoge el libro y sus anteojos y se mete en su cuarto.
El niño se queda quieto y se dice a sí mismo.
¡Esto sí que no me lo esperaba! ¡Qué oscuro! ¡Y no se oye nada!
Pero a pesar de todo, grita con más fuerza que antes para que la abuela le oiga desde su cuarto
¡No y no!
Todo vuelve a quedar en silencio. El niño abre mucho los ojos, pero no consigue ver nada. Pone sus manitas delante de su cara y no las ve tampoco.
Preguntándose:
¿Dónde se han ido mis manos? ¿Y mis pies? ¡Antes estaban aquí!
Al niño le entran ganas de volver a gritar su palabra preferida: “No y no”, pero se queda pensativo.
Otra vez diciéndose a sí mismo:
¡La luz se ha enfadado y se ha ido! ¡La abuela también se ha ido! ¡Mis manos y mis pies no están!
De pronto, todo vuelve. La luz, sus pies y manos, incluso la abuela, que le dice suavemente:
¿Quieres que te acueste y te cuente un cuento de un niño que se llamaba No y no?
Contestándole el niño dando palmitas.
¡Sí!
Cuento de un niño que siempre respondia lo mismo
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