La leyenda del Tepozteco

Se cuenta que una joven tenía por costumbre bañarse en la barranca de Atongo. Ella de ningún modo creyó las palabras de aquellos que decían que en las barrancas "daban aires", así es que después de un mes de asistir a tomar sus baños, la joven quedó embarazada.


Ante esta situación tan incierta, no sabía qué inventar, y no tuvo más remedio que decir a sus padres el estado en que se encontraba. De este modo pasaron los nueve meses de gestación, entre la vergüenza de la joven y los regaños de sus padres.


Leyenda completa de la pirámide del Tepozteco

Leyenda completa de la pirámide del Tepozteco
Cuando por fin nació el bebé, el abuelo pretendió por todos los medios deshacerse de él, ya que lo consideraba un deshonor para la familia. En una ocasión lo lanzó desde lo alto de una montaña contra las rocas que había abajo, pero un suave viento amortiguó la caída y reposó cuidadosamente al bebé en una llanura.


En otra ocasión, el abuelo lo dejó cerca de unos magueyes para que muriera de hambre, pero la suerte parecía estar en amparo del bebé, ya que las pencas se inclinaron hacia su boca y le dieron de beber aguamiel. En otro de los diversos intentos por terminar con él, el inhumano abuelo entregó al niño a un grupo de hormigas gigantes, pero éstas, en lugar de morderle, le proveyeron alimento.

Cierto día de mucho sol, una pareja de ancianos caminaba por el lugar y vio al bebé abandonado. Los viejitos se compadecieron del desamparado pequeño y decidieron tomarla en adopción, lo llevaron a su casa y le pusieron el nombre de Tepoztécatl.


En Xochicalco, muy próximo a la casa de Tepoztécatl, se hallaba Mazacuatl, una malvada serpiente. Los pobladores de la zona temían a la bestia y acostumbraban sacrificar a los ancianos para alimentarla. Cuando llegó el terrible tiempo de ofrendar al anciano, padre adoptivo de Tepoztécatl, los gobernantes del lugar acudieron a la casa de la familia y le notificaron la triste noticia. Tepoztécatl se opuso a que su bondadoso padre muriera y dijo que él lo sustituiría en el sacrificio, de modo que partió hacia Xochicalco.


Mientras iba absorto Tepoztécatl, andaba recolectando y recogiendo en su morral varios aiztti, o pedacitos afilados de obsidiana. Cuando llegó a Xochicalco, se presentó ante la gigantesca serpiente Mazacuatl, la cual lo estaba esperando impaciente y, hambrienta, no tardó ni un instante y lo tragó como si se tratase de un diminuto animalito.


En alguna ocasión Tepoztécatl estuvo en el vientre del reptil, abrió su morral, sacó los aiztti, y con ellos le desgarró las entrañas y logró salir de nuevo al mundo. Ya a salvo, se puso en marcha hacia su casa, pero en el camino encontró a unos hombres que tocaban música. Utilizaban el teponaxth, una especie de tambor, y la chirimía, una flauta. Tepoztécatl, seducido por los bellos sonidos que salían de aquellos instrumentos, deseó tocarlos con todas sus ganas, pero como se lo impidieron, arrojó una fuerte tormenta de arena a los ojos de todos los miembros del grupo.

Incrédulos ante lo que les estaba sucediendo, aquellos hombres consiguieron reaccionar, el intrépido niño ya había desaparecido, llevando consigo los instrumentos. Pero al oírla a lo lejos el sonido del teponaxtli, y de la chirimía, echaron a correr para capturarlo.

Cuando estaban cerca de atrapar a Tepoztécatl, éste orinó y formó de ese modo la garganta que atraviesa Cuernavaca. Así logró llegar a Tepoztlán y tomar posesión de los cerros más altos.


Tepoztécatl se posó en la cima del cerro de Ehecatépetl (Cerro del. Viento), y sus cazadores no pudieron alcanzarlo. Poseídos por la ira, decidieron que lo derribarían, y para ello, cortaron la base del cerro. Fue de este modo como se formaron los "corredores del aire".


Tepoztécatl fue muy afamado y lo nombraron: Señor de Tepoztlán y sacerdote del ídolo Ometochtli (Dos Conejos). Años más tarde desapareció; no se sabe a ciencia cierta si murió o se fue a vivir a otro lugar, aunque se murmura que habitó junto a la pirámide durante el resto de sus días.

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