En cierto lugar una encina muy densa crecía a un lado de una laguna. Pero también cerca de ahí a las orillas de la laguna se encontraba un delgado y verde junco. Ellos dos de vez en cuando conversaban de temas triviales, pero la encina platicaba más, una ocasión dijo la encina:
Oye junco, ¿tú has visto que tan gruesas crecen mis ramas? Ve mis hojas ¡como son tan verdes y muy tupidas!
La verdad si, si tienes eso encina, todo eso es muy hermoso, respondiendo el junco.
Y la encina se mecía con la brisa haciendo sonar sus hojas. Se sentía muy bien. Y este año he crecido mucho. Con las lluvias y el sol me he puesto grande y fuerte.
Cierto, contestaba el junco.
Pueden venir nubes tormentosas y vientos huracanados. No tengo miedo, porque soy fuerte; puedo enfrentar los vientos y resistir. En cambio tú, pobrecito, tan pequeño y delgadito, ¿qué será de ti en una tormenta? Pues, no lo sé, dijo el junco. Aún no me ha tocado ver una.
Y sucedió que esa misma noche se desató una terrible tempestad de lluvia y vientos. La encina enfrentaba el huracán con su grueso tronco y sus fuertes ramas. Resistía la fuerza del aire sin doblarse. Pero llegó en medio de la tormenta un golpe de viento tan violento que tumbó a la encina y arrancó de la tierra sus raíces.
En cambio, el junco no oponía resistencia: se doblaba con el viento hasta casi tocar el agua, una y otra vez, una y otra vez, mientras duró la tormenta. A la mañana siguiente, la encina estaba muerta entierra y el junco se mecía suavemente con la brisa.
Fábula del junco y la encina
"A lo muy poderoso no se le resiste de frente, la soberbia y la altivez no aprovechan en nada"
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Fábula del junco y la encina