Lo curioso es que esta actitud pocas veces es cuestionada, ya que se admira a quien mayores éxitos alcanza, es mas responsable, "anda mas movido" y no se deja llevar por sus emociones, aunque exista un claro desgaste físico y emocional.
El trasfondo del perfeccionismo es la necesidad de ejercer control sobre uno mismo, el entorno y los demás.
Para estas personas, el excesivo orden en todo lo que realiza (el trabajo, las tareas domesticas, las actividades sociales) es una protección emocional, una barrera contra la intimidad o un escape para no conectarse con las emociones propias y ajenas.
Esta actitud ocasiona daños psicológicos y físicos de consideración: fatiga, irritabilidad, perturbación del sueño, dificultad para concentrarse, hipertensión, jaqueca, migraña, depresiones, problemas gastrointestinales y afecciones coronarias; los que, en vez de ser una señal de alerta, se ven como obstáculos para la perfección.