Dingo es un joven elefante que aún tiene los colmillos pequeños. Tiene un buen amigo: un pájaro que le acompaña a todas partes; se llama Martin Pescador y es un artista a la hora de procurarse comida.
Vuela por encima del agua y, cuando ve algún sabroso pez, se lanza como una flecha; y una vez que se lo come, vuela hasta la cabeza de Dingo, allí se posa suavemente y pasean juntos durante horas.
Dingo le dice admirado:
¡Me gustaría ser como tú! ¡Tan ligero que puedes volar!
A lo que lo que contesta Martin Pescador:
¡Eres un poquito grande para eso! ¿No?
Dingo insiste:
¡Pues yo creo que si consiguiera adelgazar unos cuantos kilos, podría aprender a volar!
Pero Martin le vuelve a decir:
¡Lo dudo, amigo mío! ¡Te sobran kilos y te faltan alas!
Pero Dingo no se queda conforme. Tiene el propósito de adelgazar. Come poco, los días pasan y empieza a notar que los pantalones le quedan grandes.
Dingo piensa muy feliz:
¡Esto funciona! ¡Estoy pasando mucha hambre, pero no me importa!
Y Dingo se aleja pensando en la cara que pondrá Martin cuando le vea volar por encima de los árboles.
Pero ¿qué ha pasado? Dingo está en la cama, demacrado y ojeroso. Mamá elefante le está preparando un buen caldo, además de varias bandejas con frutas, dos tartas y galletas. Martin le ha traído un sabroso pastel de pescado.
Dingo ya no tiene ganas de volar, ahora solo piensa en comer y volver a pasear con su amigo Martin sobre su cabeza.
El elefante que quería volar
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