La Biblia es, sin duda, uno de los más preciados legados literarios de la humanidad. Sin embargo, su...
Publicado por Posted by: Sarah en Religión, iglesia, biblia

La Biblia es, sin duda, uno de los más preciados legados literarios de la humanidad. Sin embargo, su verdadero valor no radica de manera sustancial en el hecho literario. La riqueza de la Biblia consiste en el carácter esencialmente religioso de su mensaje, que la convierte en el libro sagrado por excelencia, tanto para el pueblo de Israel como para la iglesia cristiana.

En esta colección de libros, la Ley se presenta como una ordenación divina (Ex 20; Sal 119), los Profetas tienen la conciencia de ser portadores de mensajes de parte de Dios (Is 6; Jer 1.2; Ez 2-3) y los Escritos enseñan que la verdadera sabiduría encuentra en Dios su origen (Pr 8.22-31).


Estos valores religiosos se ponen de manifiesto, no solo en el titulo de Sagradas Escrituras, sino también en la forma en que Jesús y en general los autores del NT se refieren al Antiguo, es decir, a los textos bíblicos escritos en épocas precedentes. Esto ocurre, por ejemplo, cuando leemos que Dios habla por medio de los profetas o por medio de alguno de los otros libros (cf. Mt 1.22; 2.15; Ro 1.2; 1 Co 9.9), o cuando los profetas aparecen como aquellas personas mediante las cuales “se dice” algo o “se anuncia” algún acontecimiento, forma hebrea de expresar que es Dios mismo quien lo dice o lo anuncia (cf. Mt 2.17; 3.3; 4.14); también cuando se afirma la permanente autoridad de las Escrituras (Mt 5.17-18; Jn 10.35; Hch 23.5), o cuando se les relaciona especialmente con la acción del Espíritu Santo (cf. Hch 1.16; 28.25). Formas magistrales de expresar la convicción común a todos los cristianos respecto del valor de las Escrituras se encuentran en pasajes como 2 Ti 3.15-17 y 2 P 1.19-21.

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La iglesia cristiana, desde sus orígenes, ha descubierto en el mensaje del evangelio el mismo valor de palabra de Dios y la misma autoridad del AT (Mc 16.15-16; Lc 1. 1-4; Jn 20.31; 1 Is 2.13). Por eso, en 2 P 3.16 se equiparan las cartas de “nuestro amado hermano Pablo” (v. 15) a “las otras Escrituras”. Paulatinamente, a partir del s. II d.C., se les fue reconociendo a los 27 libros que forman el NT su categoría de libros sagrados y, en consecuencia, la plenitud de su autoridad definitiva y su valor religioso.


Tal reconocimiento, que implica al propio tiempo el de la presencia, dirección e inspiración del Espíritu Santo en la formación de las Escrituras, no descarta en absoluto la actividad física y creativa de las personas que redactaron los textos. Ellas mismas se refieren a esa actividad en diversas ocasiones (Ec 1.13; Lc 1.1-4; 1 Co 15.1-3,11; Gl 6.11).


La presencia de numerosos autores materiales es precisamente la causa de la extraordinaria riqueza de lenguas, estilos, géneros literarios, conceptos culturales y reflexiones teológicas que caracterizan a la Biblia.

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