El ratón de la corte y el del campo

Un ratón cortesano convidó con un modo muy urbano a un ratón campesino.

Le dio un gordo tocino, queso fresco de Holanda, y una despensa llena de vianda era su alojamiento.

Pues no pudiera haber aposento tan magníficamente preparado, aunque fuese en Ratópolis buscado con el mayor espero, para alojar a Roepan primero.

Las paredes y techos adornaban, entre mil ratonescas golosinas, salchichones, perniles y cecinas.

Saltaban de placer, ¡oh, que embeleso!, de pernil en pernil, de queso en queso. En esta situación tan lisonjera, llega la despensera.

Oye un ruido, corren, se agazapan, pierden el tino; mas al fin se escapan atropelladamente por cierto pasadizo abierto a diente.

Entonces dijo el ratón de campo:
¡Esto tenemos! ¡Reniego yo del queso y del tocino, y de quien busca gustos entre los sobresaltos y los sustos!

Entonces se regresó a su campiña en el instante, y estimó mucho más de allí en adelante, sin zozobras, temor, ni pesadumbres, su casita de tierra y sus legumbres.

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