Allá por las montañas, no se bien dónde, había una vez un pueblito de torre alta, iglesia chica y plaza grande.
Por sus calles estrechas y adoquinadas iban los burritos, en su vaya y venga de cada día.
Subían a la loma, bajaban leña, llevaban bultos, transportaban viajeros, daban vueltas a la noria y todo, humildes y muy formales.
Eran burritos grises, de ojos vivarachos, orejas largas y rabo con fleco. Los hombres del pueblo se sentaban en la plaza a mirarlos pasar.
Son burritos grises
Escribe tus comentarios en
Son burritos grises